lunes, 12 de marzo de 2012

Adaptación de ''Lamporeccio''


Como ya sabéis, hace algunas semanas estuvimos viendo en clase la literatura de la Edad Media, y en concreto, hablamos del Decamerón.  Aquí os dejo una pequeña adaptación de uno de los cuentos que recoge la obra: Lamporeccio.

 (Diez jóvenes se encuentran en una casa de campo aislándose de la ciudad de Florencia, infestada de una epidemia de peste.  Para entretenerse, se narran historias. Cada día eligen a un rey o reina, que decide el tema de los cuentos de esa jornada. Neifile, la reina de la tercera jornada, cede la palabra a Filostrato para que empiece su historia).

Filostrato:  Hermosísimas señoras, bastantes hombres y mujeres hay que son tan necios que creen demasiado confiadamente que cuando a una joven se le ponen los hábitos de monja, deja de ser mujer y ya no siente los apetitos femeninos, como si se la hubiese convertido en piedra al meterla en un convento; y si algo oyen contra esa creencia suya, se enojan como si se hubiera cometido un grandísimo y criminal pecado contra natura, no teniéndose en cuenta a sí mismos, que disfrutan de libertad para obrar como les plazca. Y de la misma forma, hay todavía muchos que creen demasiado confiadamente que la azada y la pala y las comidas bastas y las incomodidades quitan por completo a los labradores los apetitos y las pasiones y los hacen bastos de inteligencia y astucia. Pero muy engañados están los así creen y os lo voy a demostrar con una pequeña historia.
En esta comarca nuestra hubo y todavía hay un monasterio de mujeres, muy famoso por su santidad, que no nombraré por no disminuir en nada su fama; en el cual, no hace mucho tiempo, no habiendo entonces más que ocho señoras con una abadesa, y todas jóvenes, había un buen hombrecillo llamado Nuto, hortelano de un hermosísimo jardín,  pero que no contentándose con el salario, a Lamporecchio, de donde era, se volvió. Allí, entre los demás que alegremente le recibieron, había un joven labrador fuerte y robusto, cuyo nombre era Masetto.
-          Masseto: Buen Nuto ¿dónde has estado tanto tiempo?
-          Nuto: En un monasterio.
-          Masseto: ¿Y qué hacías tú en un monasterio?
-          Nuto: Yo trabajaba en un jardín hermoso y grande, y además de esto, iba alguna vez al bosque por leña, traía agua y hacía otros servicios; pero las señoras me daban tan poco salario que apenas podía pagarme los zapatos. Y además de esto, son todas jóvenes y parece que tienen el diablo en el cuerpo, que no se hace nada a su gusto; así, cuando yo trabajaba alguna vez en el huerto, una decía: «Pon esto aquí», y la otra: «Pon aquí aquello» y otra me quitaba la azada de la mano y decía: «Esto no está bien»; y me daba tanta rabia que dejaba esas labores y me iba del huerto, así que, entre una cosa y la otra, no quise estar así más y me he venido. Y me pidió su mayordomo, cuando me vine, que si tenía alguien a mano que entendiera de aquello, que se lo mandara, y se lo prometí, pero no pienso hacerlo.
Filostrato: A Masetto, oyendo las palabras de Nuto, le vino al ánimo un deseo tan grande de estar con estas monjas porque pensó que podría conseguir algo de lo que deseaba. Y considerando que no lo conseguiría si decía algo a Nuto, se hizo el loco.
-          Masseto: ¡Ah, qué bien has hecho en venirte! ¿Qué es un hombre entre mujeres? Mejor estaría con diablos: de siete veces seis no saben lo que ellas mismas quieren.
(Para sí mismo) ¿Qué camino debo seguir para poder estar con ellas? Soy capaz de hacer las labores de las que se encargaba Nuto, pero quizás soy demasiado joven para ocupar su lugar… ¡Ya sé! El lugar está bastante alejado de aquí y nadie me conoce allí, así que fingiré que soy mudo y seguro que me admitirán.

Filostrato: Y así, sin decir a nadie a dónde iba, se fue al monasterio, y cuando llegó, entró dentro y encontró al mayordomo en el patio, a quien, haciendo gestos como hacen los mudos, mostró que le pedía de comer y que a cambio le partiría la leña. El mayordomo le dio de comer de buena gana y luego le puso delante de algunos troncos que Nuto no había podido partir que éste en un momento hizo pedazos. El mayordomo, que necesitaba ir al bosque, lo llevó consigo y allí le hizo cortar leña. Él lo hizo muy bien, por lo que el mayordomo, haciéndole hacer ciertos trabajos que le eran necesarios, más días quería tenerlo, hasta que la abadesa lo vio, y preguntó al mayordomo quién era.

-          Mayordomo: Señora, es un pobre hombre mudo y sordo, que vino hace unos días a por limosna, así que le he hecho un favor y le he hecho hacer bastantes tareas. Si supiese labrar un huerto y quisiera quedarse, creo que nos vendría bien, porque él lo necesita y es fuerte y además no tendríais que preocuparos de que gastara bromas a vuestras jóvenes.
-          Abadesa: Entérate si sabe labrar e ingéniate en retenerlo. Dale ropas, trátalo bien, halágalo y dale bien de comer.
-          Mayordomo: Así lo haré.
Filostrato: Masetto no estaba muy lejos, pero fingiendo barrer el patio oía todas estas palabras.
-          Masseto: (para sus adentros) Si me metéis ahí dentro, os labraré el huerto tan bien como nunca os fue labrado.
Filostrato: Cuando el mayordomo se aseguró de que Masseto sabía llevar a cabo las labores que se le requerían, le dijo por señas si quería quedarse aquí, y éste por señas le respondió que quería hacer lo que él quisiese, por lo que lo admitió, le mandó que labrase el huerto y le enseñó lo que tenía que hacer. Luego se fue a otros asuntos del monasterio y lo dejó. Masseto fue labrando un día tras otro, y las monjas empezaron a molestarle y a ponerlo en canciones, como muchas veces sucede que otros hacen a los mudos, y le decían las palabras más malvadas del mundo creyendo que no les oía. Pero sucedió que habiendo trabajado un día mucho y estando descansando, dos monjas que andaban por el jardín se acercaron a donde estaba, y empezaron a mirarle mientras él fingía dormir.
-          Monja 1: Si creyese que me guardabas el secreto te diría un pensamiento que he tenido muchas veces, que tal vez a ti también podría agradarte.
-          Monja 2: Habla con confianza, que no lo diré nunca a nadie. 
-          Monja 1: No sé si has pensado cuán estrictamente vivimos y que aquí nunca ha entrado un hombre aparte del mayordomo, que es viejo, y este que es mudo. Y muchas veces he oído decir a muchas mujeres que han venido a vernos que todas las dulzuras del mundo son una broma con relación a aquella de unirse la mujer al hombre. Por lo que muchas veces me ha venido al ánimo, puesto que con otro no puedo, probar con este mudo a ver si eso que dicen es verdad, y es lo mejor del mundo. ¿Qué piensas sobre esto?
-          Monja 2: ¡Ay! ¿Qué es lo que dices? ¿No sabes que hemos prometido nuestra virginidad a Dios?
-          Monja 1: ¡Oh! ¡Cuántas cosas se le prometen todos los días de las que no se cumple ninguna! ¡Si se lo hemos prometido, que sea otra u otras quienes cumplan la promesa!
-          Monja 2: ¿Y qué pasaría si nos quedásemos embarazadas?
-          Monja 1: Empiezas a pensar en el mal antes de que te llegue. Si pasara eso, se podrían hacerse mil cosas de manera que nunca se sepa, siempre que nosotras mismas no lo digamos.
-          Monja 2: Está bien. Entonces, ¿qué haremos?
-          Monja 1: Creo que las sores están todas durmiendo menos nosotras. Miremos por el huerto a ver si hay alguien, y si no hay nadie, lo cogemos de la mano y lo llevamos a la cabaña donde se refugia cuando llueve, y allí una se queda dentro con él y la otra hace guardia. Es tan tonto que accederá a lo que le pidamos.
Filostrato: Masetto oía todo este razonamiento, y dispuesto a obedecer, esperaba ser tomado por una de ellas. Ellas, mirando bien por todas partes y viendo que desde ninguna podían ser vistas, aproximándose la que había iniciado la conversación a Masetto, le despertó y él enseguida se puso en pie, por lo que ella con gestos halagadores le cogió de la mano y lo llevó a la cabaña, donde Masetto, sin hacerse mucho rogar hizo lo que ella quería. La cual, como leal compañera, habiendo obtenido lo que quería, dejó el lugar a la otra, y Masetto, siempre mostrándose simple, hacía lo que ellas querían  por lo que antes de irse de allí, más de una vez quiso cada una probar cómo cabalgaba el mudo, y luego, hablando entre ellas muchas veces, decían que en verdad aquello era una cosa tan dulce que siempre que podían iban con el mudo a juguetear. Sucedió un día que una compañera suya, desde una ventana de su celda les vio y se lo enseñó a otras dos. Primero tomaron la decisión de acusarlas a la abadesa, pero después, cambiando de parecer y haciendo un pacto con las dos primeras, se les unieron. Y después las otras tres. Por último, la abadesa, que todavía no se había dado cuenta de estas cosas, paseando un día de calor sola por el jardín, se encontró a Masetto (que con poco trabajo se cansaba durante el día por el cansancio de la noche) que se había dormido echado a la sombra de un almendro, y habiéndole el viento levantado las ropas, todo al descubierto estaba. Lo cual mirando la señora y viéndose sola, cayó en aquel mismo apetito en que habían caído sus monjitas, por lo que despertó a Masetto, se lo llevó a su alcoba y allí lo tuvo varios días, probando y volviendo a probar aquella dulzura que antes solía censurar ante las otras. Luego, lo mandó a su habitación y le llamaba con mucha frecuencia. Masseto ya sentía que no podía satisfacer a tantas y pensó que si su mudez duraba más podría pasarle factura, y por ello una noche, estando con la abadesa, dijo.
-          Masseto: Señora, he oído que un gallo basta a diez gallinas, pero que diez hombres pueden mal y con trabajo satisfacer a una mujer, y yo que tengo que servir a nueve, siento que por nada del mundo podré aguantarlo, así que le ruego que busque una solución o me deje marchar.

Filostrato: La señora, oyendo hablar a este a quien tenía por mudo, se quedó pasmada.
-          Abadesa: ¿Qué es esto? Creía que eras mudo.
-          Masseto: Señora, sí lo era pero no de nacimiento, sino por una enfermedad que me quitó el habla, y por primera vez esta noche siento que me ha abandonado.
-          Abadesa: Gracias a Dios. ¿A qué te refieres con eso de servir a nueve?

Filostrato: Masetto le dijo lo que pasaba, y la abadesa al enterarse, se dio cuenta de que no había monja que no fuese mucho más sabia que ella, por lo que, llegó con sus monjas a un acuerdo en estos asuntos, para que por Masetto no fuese expulsado del monasterio. Y habiendo muerto  por aquellos días el mayordomo, de común acuerdo, hicieron que las gentes de los alrededores creyeran que por sus oraciones y por los méritos del santo a quien estaba dedicado el monasterio, a Masetto, que había sido mudo largo tiempo, le había sido restituida el habla, y le hicieron mayordomo.  Y de tal modo se repartieron sus trabajos para que pudiera soportarlos. Y en ellos bastantes monaguillos engendró pero con tal discreción se procedió en esto que nada llegó a saberse. Así, Masetto, viejo, padre y rico, sin tener el trabajo de alimentar a sus hijos ni pagar sus gastos, por su astucia de haber sacado partido a su juventud, al lugar de donde había salido tiempo atrás volvió, afirmando que así trataba Cristo a quien le ponía los cuernos sobre la guirnalda. 

viernes, 9 de marzo de 2012

EDGAR ALLAN POE: EL GATO NEGRO

Edgar Allan Poe fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense, reconocido como uno de los maestros universales del relato corto. Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror y considerado como el inventor del relato detectivesco.

En los cuentos góticos los temas de las historias suelen estar relacionados con la muerte, incluyendo sus manifestaciones físicas, los efectos de descomposición de los cadáveres.
En sus relatos Poe valoraba por encima de todo la imaginación, la originalidad y la verosimilitud, como se puede observar en "El Gato Negro".
El Gato Negro es un cuento de horror y está considerado como uno de los más espeluznantes de la historia de la literatura.
Este relato combina tanto elementos de horror como psicológicos, los cuales nos llevan a la expresión de terror psicológico, que podría definirse como fórmula literaria que incluye miedo, enajenación y arte.
El texto presenta a un hombre totalmente contrario al del Renacimiento. El protagonista es soberbio y acaba apresado por la policía como consecuencia de su exceso de confianza.
Podemos comprobar el planteamiento que hace de la filosofía de la perversidad y vemos en el personaje su tranquilidad a la hora de contar cómo mataba y su carencia de remordimientos.
Vemos como el personaje va evolucionando y pasa de ser un hombre cariñoso con los animales a matarlos sin escrúpulos. Este sentimiento de maldad y perversidad viene causado por el terror que comienza a sentir hacia el animal.

Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Hoy, una vez más, y desde hace 101 años, se homenajea a todas las mujeres del mundo en reconocimiento a su labor y su lucha durante décadas. Sin embargo, a pesar de que en países como el nuestro aparentemente la mujer se encuentra a día de hoy en igualdad respecto al hombre, la realidad es distinta: sigue existiendo una situación de inferioridad para el género femenino, en especial en lo que se refiere a los derechos laborales. El porcentaje de estudiantes universitarias supera al de hombres, y, sin embargo, ellos ocupan un mayor número de puestos de trabajo. Datos como este demuestran que la lucha por la igualdad de género y por los derechos de la mujer debe continuar. A lo largo del último siglo se han producido grandes avances en esta reivindicación, pero no hay que engañarse: todavía queda camino por recorrer, y una muestra de ello es el hecho de que se celebre El Día de la Mujer Trabajadora cada 8 de marzo, lo cual evidencia que existe una desigualdad.

En mi opinión, el 8 de marzo debe continuar figurando en el calendario como una fecha señalada, si bien es cierto que, a mi parecer, no debería tratarse de una "celebración" en sí, ya que ellos supondría haber alcanzado unos objetivos que todavía quedan un poco lejanos. El Día Internacional de la Mujer Trabajadora debería servir para reivindicar una igualdad real, sin que ello se convierta en una fecha comercial objeto del consumismo en compensación a la mujer que todavía se encuentra en una posición desfavorecida. Además, no debemos olvidar que no en todo el mundo a las mujeres les son reconocidos los mismos derechos ni sus labores; a veces, nos conformamos con mirar a nuestro alrededor y comprobar que las cosa marchan relativamente bien, olvidando los problemas que existen más allá de nosotros mismos. Si una cosa me queda clara es la siguiente: lo verdaderamente ideal sería que algún día no muy lejano esta igualdad fuera total y tan real que no existiera la necesidad de destacar una fecha como el 8 de marzo.




María José Zamorano
8-3-2012

miércoles, 7 de marzo de 2012

Poe: versiones cinematográficas y continuadores

A continuación tenéis dos documentos interesantes sobre la obra y la influencia de Edgar Alan Poe. Corresponden a dos artículos de El país, con mínimas modificaciones.
Del primero (6/marzo/2012) aprovecharemos la pequeña guía que presenta sobre  algunas de las adaptaciones al cine más célebres de la obra de Poe. El segundo corresponde a un artículo de Fernando Sávater ( 24/1/2009) titulado Los hijos de Poe.
Adaptaciones al cine:
 • La caída de la casa Usher. Destacamos dos versiones sobre este relato. La primera, la de Jean Epstein y Luis Buñuel, de 1928, que por cierto acabaron muy mal ya que Epstein se desentendió bastante de la historia original, ante lo que Buñuel se llevó las manos a la cabeza. La segunda versión es la de Roger Corman y Vincent Price de 1960. Supuso el inicio de las grandes películas B de Corman con temática Poe.
El gato negro. Los estudios Universal de la primera mitad del siglo XX son sinónimo de películas de terror. Poe fue una de las grandes influencias. Destacamos la adaptación de 1941 de Albert Rogell, con Bela Lugosi en el reparto.
• Los crímenes de la calle Morgue (1932). Bela Lugosi, un año después de ser Drácula, protagonizó esta versión que sufrió tijeretazos de la censura en varias escenas de asesinatos.
El cuervo. Probablemente la historia más famosa de Poe. Destacamos tres versiones totalmente diferentes. La primera, la adaptación de 1935 con Lugosi y Karloff a la cabeza. La segunda, la de Corman de 1964, que contó de nuevo con Karloff, por cierto, acompañando a Vincent Price y Peter Lorre.  Y la tercera, la versión en corto (16 minutos) que Tinieblas González y Karra Elejalde hicieron en 1999.
• El péndulo de la muerte (1961). Segunda incursión de Corman y Vincent Price en el universo Poe.
La obsesión (1963). Adaptación de Corman de La inhumación prematura.
La tumba de Ligeia (1964). La última película de Corman sobre el autor de Baltimore.
Historias extraordinarias. En 1968, tres grandes cineastas europeos, Louis Malle, Roger Vadim y Federico Fellini adaptaron varios relatos de Poe con un reparto variopinto: Briggitte Bardot, Terence Stamp, Jane Fonda…

 En el siguiente vídeo, podéis oír a Vincent Price, leyendo El Cuervo (en su idioma original, lógico, y con subtítulos; así reforzáis vuestro conocimiento del inglés : 



Los hijos de Poe
De pocos autores puede decirse que hayan dado origen a un nuevo género literario, pero a Edgar Allan Poe se le atribuye a justo título la paternidad de dos: el cuento fantástico moderno y la narración detectivesca. Dejemos en esta ocasión a un lado a Dupin y su progenie de sabuesos. Poe introduce en literatura el virus hasta hoy felizmente incurable de una nueva forma de lo macabro y lo espeluznante, elementos ancestrales de los relatos desde que los primeros humanos se sentaron a escucharlos en torno al fuego recién inventado, mientras en la negrura circundante acechaban los tigres de dientes de sable y barritaban los mamuts. Sin duda el autor norteamericano toma algunos ingredientes para su pócima -la comicidad grotesca, los personajes caricaturescos y las visiones opiáceas- del inevitable E. T. A. Hoffmann, pero su receta es absolutamente personal. Para empezar, descarta las concesiones a la superstición, a la leyenda milagrosa y a los demonios de sacristía. Su pánico no viene de fuera sino que nace en el interior descreído del hombre moderno. Como bien aclara en el prefacio de sus Cuentos de lo grotesco y arabesco con orgullo de precursor: "Si el terror ha sido el tema de buena parte de mis obras, este terror no proviene de Alemania sino de mi alma".
En sus narraciones lo sobrenatural siempre es la prolongación de lo natural por otros medios: lo que desafía a las leyes de la naturaleza es la subjetividad que las interpreta y quisiera transgredirlas hasta sacudirse su yugo fatal. En la mayor parte de los casos los cuentos están narrados en primera persona para que el lector tenga menos escapatoria cuando llegue lo irremediable. Sus protagonistas llevan dentro de sí una grieta precursora del inminente desastre, como la fachada de la casa Usher. Por esa grieta penetran -o salen- los espectros encarnados del pavor. Pero no hay en dichos relatos concesiones a la vaguedad ni la incoherencia de corte romántico: son artefactos lógicos, de precisión clínica, en los que cada acontecimiento y cada detalle ambiental se encaminan a producir un efecto único y traumático. Por eso resultan inolvidables y hasta quienes menos aprecian sus recursos truculentos no pueden ya librarse nunca de lo que les sucedió al encontrarse por vez primera con el corazón delator o cuando conocieron al señor Valdemar.
Es difícil comprimir en pocas líneas la nómina de seguidores que tiene Poe, tanto entre los escritores como primordialmente entre los lectores, aunque naturalmente sólo puedo referirme con nombres y apellidos a aquellos. Los primeros estuvieron, por supuesto, en su propio país, como su contemporáneo de origen irlandés Fitz James O'Brien (su impresionante cuento ¿Qué era aquello? prefigura El Horla de Maupassant y las pesadillas de Lovecraft, ambos también discípulos del bostoniano) o Ambrose Bierce, el mejor de todos por su humor macabro y el trato familiar con fantasmas, que sólo igualará M. R. James. Después Baudelaire lo importa a Europa y así impregna a los mejores de cada país: Villiers de l'Isle-Adam, Gustavo Adolfo Bécquer (algunas de sus Leyendas cuentan entre lo más exquisito del género), Sheridan Le Fanu o el mismísimo Charles Dickens. Quizá el mejor heredero de Poe sea R. L. Stevenson, no sólo en la obra maestra Jeckyll y Hyde sino también en Olalla o Markheim. Después, Arthur Machen, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y la lista inacabable de los contemporáneos: Borges, que sigue la línea lógica y cosmológica menos frecuentada, Robert E. Howard (Palomos del infierno, La sombra de la bestia), Ray Bradbury, Julio Cortázar, Richard Matheson (¡aquella negra maravilla de tres páginas con que se dio a conocer, Nacido de hombre y mujer!), Robert Bloch, Jean Ray, Stephen King o buenos autores españoles como José María Latorre o Pilar Pedraza... Porque ¿quién de los que ayer o incluso hoy mismo de verdad cuentan no sigue la traza de Poe, es decir, su poe-ética?

Lamentamos que su vida fuese breve, como si supiésemos cuánto debe durar la vida de cada cual para realizarse plenamente. Y le compadecemos porque fue desdichado, atendiendo superficialmente a su neurosis, a su pobreza, a la pérdida temprana de su amada Virginia, a su alcoholismo... Demasiada presunción por parte de nosotros, los felices. ¿Desdichado? Nada sabemos del gozo sombrío de inaugurar esa alameda rigurosa y siniestra por la cual aún transitamos, con la jauría infernal en los talones. Quizá él nos espera, sonriente y verdoso, al otro lado.