domingo, 12 de abril de 2015

Bartleby, el escribiente

Si os encontráis ociosos en estos últimos días de vacaciones, os recomiendo la lectura del cuento "Bartleby the Scrivener. A Story of Wall Street" , del escritor estadounidense Herman Melville (conocido, especialmente, por Moby-Dick).
Podéis decirme "Preferiría no hacerlo" y podéis no hacerlo pero os estarías perdiendo una lectura que , seguro, no os dejará indiferentes.
El texto fue publicado en 1853 con escaso éxito entre críticos y lectores; hoy, sin embargo, es considerado como un clásico de la narrativa breve  y en algún aspecto nos recuerda -  anticipándolos- temas que luego veremos en Kafka.


Lo encontraréis en el enlace siguiente a Ciudad Seva:  Bartleby, el escribiente

Madame Bovary

Son innumerables los temas que aparecen en Madame Bovary. Se podría decir que el sexo, el destino, o simplemente la vida rural (Flaubert afirmó a Colet que quería realizar una novela sobre “nada”, sólo sobre la vida) son los temas principales, pero no. El principal motivo, la causa que mueve y desencadena la obra es la insatisfacción de Emma provocada por la idealización de la vida. La novela narra los intentos de la mujer por alcanzar algo imposible para ella, que conllevará la destrucción.
La obra, publicada en 1857, fue un auténtico escándalo, siendo llevada a juicio por la inmoralidad de los temas tratados. Pese a todo, llama la atención el “paso de puntillas”  que hace Flaubert sobre lo sexual, dejando que la mente del lector imagine y piense lo que quiera.
La señora Bovary
Última versión llevada a cabo por María Teresa Gallego
Editorial Alba
El lenguaje de la obra es excepcional, denotativo y perfectamente buscado. El autor llegó a reescribir hasta diez veces algún fragmento, para conseguir, además de una perfecta realización literaria, ritmo y musicalidad, convirtiendo la narrativa casi en poesía. A esto hay que añadir la complejidad de algunas escenas de diálogos cruzados (contrapuntos) y magníficas descripciones en las que poco a poco se ve el objetivo fundamental de criticar la condición de la burguesía, pese a tratarse de una obra realista (Flaubert admitió que “describir es venganza”).
“Madame Bovary” fue la primera gran novela de la historia, siempre después del Quijote, en la que se inspiró Flaubert. Sentó las bases del género, así como nuevas técnicas narrativas y descriptivas. El francés fue innovador en aspectos del lenguaje, narrador y estructura.
El principal elemento novedoso que aparece en Madame Bovary es el conocido como “estilo indirecto libre”, es decir, la intrusión de personajes y sus pensamientos dentro del discurso pronunciado por el narrador. Con esto, la fría presencia del narrador se desvanece, para fundirse con la sensibilidad y realismo de los personajes.

Esta técnica, que hace variar los tiempos verbales, los registros e incluso crear contrastes radicales de ideas es algo que los lectores actuales tenemos interiorizado y apenas distinguimos, pero en el momento de su publicación, y al encontrarnos en pleno periodo realista, supuso una revolución literaria, y un cambio de perspectiva a la hora de entender el papel, tanto del narrador, como del propio lector.

miércoles, 8 de abril de 2015

Preparando Baudelaire

En el siguiente enlace encontraréis algunos de los poemas que iremos comentando. Como  empezaremos a la vuelta de Pascua y pronto estaréis agobiados por la proximidad del final del curso, conviene que tengáis preparados al menos los cinco primeros ( en el caso de el poema "Al lector" , tan solo, para sacar unas primeras impresiones del libro)

Selección de poemas de Baudelaire

miércoles, 1 de abril de 2015

Nueva edición de " Las flores del mal"

El 17 de diciembre del año pasado el diario El País comentaba la publicación de una nueva edición deLas flores del mal (traducción de Manuel J. Santayana, editorial Vaso Roto) . Reproduzco aquí el artículo de Winston Manrique Sabogal. 

METIDOS EN EL JARDÍN DE "LAS FLORES DEL MAL"

“Vengas tu del infierno o del cielo, ¿qué importa,
¡Belleza!, monstruo enorme e ingenuo, mas temido, 
si tus ojos, tu risa, tu pie, me abren la puerta 
de un infinito que amo y que nunca he conocido?”.

 Ese es. Ahí está parte del corazón de Charles Baudelaire en Las flores del mal . Poemas preñados de fervor y furia bajo la luminosa oscuridad del amor y del deseo. Baudelaire (1821-1867) se convierte en un asaltador de la belleza donde los demás no la ven, o la penalizan, o la mezquinan, o la destierran. Un libro con 126 poemas publicado en 1857 y en 1861 que cerró el romanticismo y abrió el modernismo que acaba de ver una nueva y arriesgada traducción bilingüe en la editorial Vaso Roto, a cargo de Manuel J. Santayana. Ha apostado por una traducción que busca no solo el ritmo sino la endiablada métrica original.
Antes que Santayana, lo hicieron a su manera Antonio Martínez Sarrión, Luis Martínez de Merlo, Pedro Provencio y Enrique López Castellón. Ellos saben lo que es, de verdad, entrar en ese jardín literario dionisiaco y apolíneo a la vez, para sacarlo del francés al insuflarle nueva vida en español. Conocen senderos-latidos de Baudelaire como:

“Y tu cuerpo se estira y se ladea
cual frágil navecilla
 que hunde sus palos bajo la marea
 cuando roza la orilla”.
 O
“Tu mano roza en vano mi pecho que se arroba;
lo que ella busca, amiga, es sitio que ha saqueado
 la mujer con sus garras y sus dientes de loba.
 No hay corazón; las bestias ya lo han devorado”.


Sentidos baudelaireanos que confrontan al ser humano con su naturaleza para descubrirle las cosas que piensa y desea sin saberlo. Aún. O que centellea lo que en cada uno aguarda agazapado y anhelante para hacerse visible.
El último en revivirlo ha sido Manuel J. Santayana. Entró en Las flores del mal allá por 1974, ya en el exilio en Estados Unidos, con su francés precario. Leyó diversas y autorizadas ediciones francesas críticas: “Durante muchos años abandoné el proyecto, pero en el 2012 regresó el impulso, tras una intensa relectura de la obra completa, y me di a la tarea trabajando, como dice un octosílabo de mi venerado Alfonso Reyes, ‘a hurtos de la labor”.
Entrar en ese jardín, recuerda el traductor, es dialogar con un espíritu incomparable: “acceder al horror, a la admiración y a la piedad. Y a un fervor y una fe en la poesía más allá de toda vanidad”. La aportación del maestro francés es su “ejemplo de exactitud formal para desnudar los abismos de la conciencia humana y revelar —poéticamente— la complejidad de la inteligencia, la sensibilidad y la imaginación de un ser humano, sus perplejidades y contradicciones”.
Lo más complicado de trasladar esos bordes del precipicio, reconoce Santayana, son las dificultades del rigor: “sintácticas, silábicas, métricas. Vencerlas depende de las aptitudes que el traductor ponga al servicio de su objetivo”. De elegir un poema, él se queda con Recogimiento, entre los breves:

“Se juiciosa, oh mi pena, y a la calma ya vuelve.
Pedías el Ocaso; ya desciende, aquí llega;
 una atmósfera oscura a la ciudad envuelve,
 y a unos trae la paz que a los otros les niega”. 

Y entre los más largos elige, El viaje, uno de cuyos pasajes aclara:


“Pero viajeros solo son aquellos que parten
por partir; corazones como globos, ligeros,
 sin que de un fatal sino ellos jamás se aparten,
 y siempre: ¡vamos! A ignotos derroteros”.

El viaje de Enrique López Castellón por el territorio Baudelaire empezó con los años noventa con una traducción literal en bolsillo para Busma. Siguió recorriendo lento sus caminos y su biografía y su época, hasta que empezó a preparar una nueva traducción para la editorial Abada en 2012. “Quería mantener la métrica, pero no el ritmo, porque es imposible. Es un jardín muy complicado porque Baudelaire expresa nuevas sensaciones del hombre moderno en lenguaje popular, corriente o ramplón, y poetiza el lenguaje periodístico que al verterlo resulta difícil. Su estética es revolucionaria”. Ahí está, dice, el arranque de su inolvidable El balcón:

“¡Madre de los recuerdos, la amante más querida,
Tú, mis placeres todos! ¡Tú, todos mis deberes!
 Te acordarás de cada caricia compartida,
 del hogar, del hechizo de los atardeceres,
 ¡madre de los recuerdos, la amante más querida!”.

Hace cuarenta años este poeta maldito empezó a llegar con gozosa claridad a España. Y quien decidió darlo a conocer en serio fue Antonio Martínez Sarrión. Lo hizo para desagraviarlo. Un día de 1974 Sarrión entró a una librería, cogió un tomo de Las flores del mal, de editorial Río Nuevo, y quedó consternado “ante esa traducción infame”. Fue a casa, abrió una edición en francés al azar y tradujo tres poemas que en 1975 publicó en la revista La ilustración poética española e iberoamericana, en la que él colaboraba junto a José Esteban y Jesús Munárriz. El poeta Gil de Biedma y el editor Carlos Barral leyeron los poemas y le dijeron que tenía que traducir todas Las flores del mal.

Dos años después, en 1977, La Gaya Ciencia publicó su versión con tal éxito que se agotó y se convirtió en referencia. Después, Javier Pradera, editor de Alianza, le dijo que le gustaría publicar el libro. Sarrión aceptó y eligió hacerlo en formato bolsillo, “porque al ser más barata todos podrían leer a Baudelaire”. Llegó a librerías en 1982. La última apareció en 2012, después de 22 ediciones y más de 60.000 ejemplares vendidos, “revisada y con algunos ajustes”. Lo hizo a petición del editor. Sarrión, con 73 años, pensó que estaría bien hacerlo “antes de desaparecer de este mundo”.
Mientras, Baudelaire le susurra: “Haces bien en ocuparte de mis flores; que te paguen lo que a mí no me pagaron”. De ese jardín prefiere Una que pasaba, en cuya tercera estrofa muchos se ven y se han preguntado sin saberlo:

“Un fulgor… ¡y la noche! Fugitiva beldad,
cuyo mirar me ha hecho nacer una vez más,

 ¿no te veré ya nunca, sino en la eternidad?”.